06 mayo 2009

Viajes

Ya cuando empezás a consumir todo lo que está a punto de vencer te das cuenta de que no te queda mucho. No sé si en esta vida, en este barrio, en este mundo. Pasaré quizás a un nuevo nivel de la existencia. Mientras Prats escribe, los Don Vicente moñitos están en la cacerola, un puré de tomate a días de vencerse (15 de mayo, deadline) y la radio al taco, un especial de Kabul en el que recorren todas las canciones del rock que tienen relación con la moda. Esos cruces están muy bien. Te cuentan historias, escuchás buena música. Si se me ocurre alquilar una casa por La Paternal con terraza les voy a decir para que se vengan a las sesiones Nadar, una tarde de domingo en la que Prats pase música, sirva tragos y prepare su especialidad: que son los moñitos Don Vicente con salsa de tomate a punto de echarse a perder. Se los juro, chicas. Anoche estuve en un museo de la zona de Barrio Parque. El mismo museo donde no sé hace cuanto mataron a uno de los directores y me encontré con una niña que acaba de sacar un libro. Me contó que el fin de semana estuvo en una casa en Carlos Keen, participó de un retiro espiritual de Camino Rojo, una especie de comunidad que organiza viajes de Mezcal y San Pedro, un grupo de gente, todos medio desnudos en un iglú que hierve. Toda una noche. Toda gente que casi no conocés. Me dijo que el guía era bueno, que te sabía llevar por los caminos de la percepción. Ciento veinte pesos la noche. Menos de lo que cuesta un libro de Acantilado.

No hay comentarios.: