22 julio 2009

White album

Anoche caminaba con una groupie que decía odiar ser groupie por las calles de Palermo Cheto. Ella cantaba canciones de los Beatles (blackbird singing in the death of night, take these broken wings and learn to fly) y yo le tiraba uno tras otro títulos del álbum blanco. Ella balbuceaba algunas letras en inglés, de vez en cuando desentonaba. Un rato antes habíamos estado en un bar con un camarada de revoluciones y otras chicas que en algún momento podrían ser groupies, y ella me decía que odiaba a Cat Power. Yo le dije que suelo enamorarme de las chicas inalcanzables.

17 julio 2009


pienso lo mismo
la lista de temas:
House/Dreams/Makin Believe/Sea of love/left lonely/Silver Stallion/New York/I lost someone/Lord help/Fortunate son/Metal heart/Blue/She´s got you/Dark end of the street/The greatest (Jim counts in)/Lived in bars/Life of the party/Could we (short)/Ive been lovin you/I don´t blame/Song to Bobby/Ramblin woman/Angelitos negros

09 julio 2009

Al fin, la noche

La reconstrucción se hace por flashes. No hay un encadenamiento natural de las cosas. Me veo a mí a las ocho de la noche, después de la ducha, junto a la ventana, y veo a la vecina de enfrente en la cocina. No tengo cortinas y ella lo sabe. Me llama por teléfono mi amigo de San Pablo. Dice que ya empezó a trabajar y que su vida es un estrés y que en estos días no se pudo ir a ninguna playa porque los días no están para chapotear ni hacerse milanesa. Le agradezco el llamado y corto y empiezo a vestirme y busco las zapatillas de siempre, la remera de siempre, los pantalones rotos. Después busco la campera, las llaves y salgo, me voy caminando en un silbido que sólo escuchan las viejas que me miran y se dan vuelta por la calle como si lo mío fuese una publicidad de shampoo, y el pelo flamea al aire, larga melena Koleston Rojo en una calle que podría ser Florida, rodeado de oficinistas en blanco y negro que se dan vuelta y mi pelo, el que me acabo de lavar con el nuevo shampoo head & shoulders, se mueve como si tuviera ganas de decir algo, en cámara lenta, como si corriera hacia el tren de Viaje a Darjeelin con el modelo de Hermenegildo Zegna que corre al lado. Sos mi ídolo Adrien. O no. No admiro a nadie. Lo único que me acuerdo de esa película es el corto del principio, con Natalie Portman en una habitación de París escuchando un tema en francés. No recuerdo mucho más. Ese podría haber sido un buen regalo: Natalie, París, habitación y canción en francés cantada en el balcón en un atardecer tan rojo como mi pelo. Desde luego que, al igual que mi pelo rojo al viento, mi imaginación me juega bromas similares: no tengo ni pelo ni habitación ni París. A Portman la estamos consiguiendo. Aún no bajo los brazos. Ya me confirmaron el almuerzo con Chan Marshall (o Cat Power para los que sólo vieron I'm not there y sólo escucharon esa hermosa versión del tema de Dylan por parte de la niña) así que tal vez tengamos a Chan en los próximos días y te juro, chiquita, que no voy a parar hasta que logre que me cante al oído.
Cuestión que estaba en mi viaje rumbo al bar.
Y todavía no llegué. Y no empecé a saludar a mi amigo el Gallo, ni a su novia ni saludé a mi hermano ni a mi hermana ni a su novio ni empecé a invitar tragos a diestra y siniestra (linda frase), balas de un cargador que martilló varias veces durante la noche. Siempre para los amigos. En un momento, ya comenzaba a perder la memoria, llegó un contingente de holandesas que nunca supimos cómo habían llegado, pero la imagen era esta: una pista de pelos rubios de todos los tamaños que te hablaban así: my dear, y te decían my dear para pedirte tragos y uno que es buena gente bang bang bang, tragos de un lado a otro, de una punta a otra de la barra, rastros de sangre por las mesas y alguien que volcó el bitter soda o el aguardiente o el mezcal sobre la tabla de madera del inodoro. Alguien volcó la vida en la mesa y veo a mi hermano del alma que se arrastra por la mesa con los mismos movimientos que el fanático de Michael Jackson que está sobre el escenario desde las nueve y baila la misma coreografía de algún tema de Britney.
O acaso no era mi hermano el que se arrastraba sino el Rey del Mambo. En un momento, apenas lo recuerdo, llegó El Viajero del Siglo, que había tenido una cena con su abuela o con sus familiares y se estaba yendo hacia el hotel y pasó a saludarme y cantó y hasta bailó con alguna canción de Beatles que pasaron en un momento. Repito que lo mío son recuerdos vagos. Intermitentes. Flashes que se suceden sin orden cronológico, no sé en qué momento llegamos hasta donde estamos ahora. En esta habitación a oscuras llena de máquinas, llena de personajes hipnotizados por las pantallitas plateadas y las hamburguesas. Y hay ruidos. Y hay gritos. Y hay sangre.

03 julio 2009

Resistencia

Escribo desde la última trinchera de paranoia. Alrededor ya no queda nadie. Los pocos que estaban se fueron. Me llaman por teléfono y me preguntan si el festejo se hace. Mi amigo agente secreto me recomienda que tome las precauciones necesarias, que no se justifica brindar por un momento como este y me impulsa a cancelar todo. Les respondo que teniendo en cuenta la emergencia sanitaria mañana continúa en pie el festejo. Será el último foco de la resistencia. Estaré en la otra punta del bar, solo con mi Jack Daniels, saludando de lejos, disparando desde un árbol a los que empiecen con alguna queja. Mañana nos reuniremos algunos pocos a juntar los pedacitos de felicidad que quedan mientras todo se derrumba.