Una noche, en San Pablo, se lo dije a un economista, presidente del Instituto de Estudios Latinoamericanos: tenemos que cambiar el concepto de héroe. ¿Quién es héroe o deja de serlo? Y al cambiarlo también se modifica el concepto de revolución. Aunque esta palabra esté pasada de moda, todavía creo en ella y en todo lo que implica. Ya sé, me estoy yendo al carajo y no me importa. No entiendo por qué siempre hacemos, en cada comunidad que creamos, las mismas cosas que solemos hacer en la vida diaria. Repetimos errores. Hay experimentos que regalan abrazos en la calle a gente desconocida. Deberíamos hacerlo. Sentir el vértigo de dejar nuestra individualidad de lado. Nada más.
Y no importa que este tema lo hayamos escuchado mil veces.
Siempre hay que escucharlo una vez más.