10 mayo 2009

Tres pisos

Anoche estuve en una casa en San Cristobal. Tenía tres pisos, parecía un hostel pero era la casa de una chica y le pregunté a una inglesa que andaba dando vueltas y quería ser mi groupie, si ese lugar lleno de extranjeros era una especie de hostel y me dijo que no, que era la casa de una chica que alquilaba cuartos a extranjeros. Tres pisos. Una terraza enorme. Una habitación en la terraza. Onda. El dj mezclaba buenos temas, alguno del remolón, pinchaba algún clásico de Charly García con bases electrónicas. Había una cacerola con fideos y salsa bolognesa para quien quisiera servirse. Una chica me señaló, hizo el gesto de que agarrara un plato y me sirviera. Dije te agradezco, la base de mi alimentación son los fideos así que fuera del horario de comidas prefiero ni probarlos. Había enredaderas, llamadores de ángeles; había cuadros enormes en las paredes. Me dijeron que la dueña era artista plástica, que esa fiesta era de artes visuales. Armé una ronda y le dije a la inglesa que esto era lo más parecido a una fiesta de casamiento. Empezó a reírse. No sé si me había entendido. Quizás pensaba que podía ser mi groupie. En ese momento lo vi a Paul Giamatti bailando como si tuviese un aro en la cintura. Estaba en mi ronda y empecé a aplaudir, empecé a gritar, "mueva, mueva, mueva", o esas onomatopeyas que uno suele gritar en los casamientos y la inglesa me seguía, otras chicas que acababan de comer los fideos y no se podían mover (así me dijeron) también empezaron a aplaudir y festejaban el baile de Giamatti. Me agradecieron que le pusiera onda a la fiesta. En eso lo veo al Conejo que estaba harto de la fiesta porque había llegado a las once y le comenté que el mundo inmobiliario debería ser comunista: es injusto que algunas personas tengan tres pisos para sí mismas y los cuadros y los extranjeros mientras que otros andamos de acá para allá, con los libros a cuestas y las valijas llenas de casetes con grabaciones viejas. Le dije que me conformaba con estar dos años en la habitación de la terraza, aunque en invierno pueda morirme de pulmonía, aunque tuviera que subir cada noche esa escalerita suicida que conduce hasta la cocina y las habitaciones. Paul Giamatti seguía con su baile y su cintura. La luna estaba justo encima nuestro: una medalla de plata perfecta. Le dije al Conejo que si nacías bajo el signo de la luna en el universo, ibas a ser escritor. El Conejo no entendía nada de arquetipos, ni conjunciones cósmicas. Le dije que no importaba, y me contó que en su casa se había cortado la luz toda la tarde, y por eso llenó la bañadera de agua y a falta de tapón puso una bolsa de supermercado. Le dí unas palmaditas en la espalda.

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