27 diciembre 2007

Lecturas de verano

Carlos Gamerro me recomienda una de las novelas más impresionantes que ha leído en el último tiempo. Se trata de Meridiano de sangre (1985, publicada en español en 2001) de Cormac McCarthy. Según dice: un western apocalíptico basado en eventos reales ocurridos en la frontera de Méjico y los EE.UU. hacia mediados del siglo XIX. Gamerro dice que, entre otros aciertos, la novela ha logrado crear en el juez Holden a uno de los villanos más perturbadores de la literatura, un monstruo albino con la cultura del Kurtz de Conrad o Hannibal Lecter, la monomanía de un Ahab y el sadismo gozoso de Ricardo III. El juez juzga, simplemente que la guerra es la esencia del hombre y el derramar la sangre de otros hombres lo que lo constituye como tal. McCarthy escribe constantemente sobre la frontera entre EE.UU. y Méjico (imperdible también es su Trilogía de la frontera), lo que es decir entre el mundo anglosajón y el hispánico, entre el primer mundo y el tercero, entre la ética protestante y la moral católica. Y su prosa es de las mejores en lengua inglesa actualmente, heredera del barroquismo faulkneriano con más de un toque de García Márquez, espesa y pegajosa como la sangre que mana en cada página. Y atención, dice, que se viene la película de los Hermanos Coen basada en su novela No Country for Old Men.

24 diciembre 2007

Crónica de un viaje anunciado

Quique tiene 19 años, vive en Aracataca. Tiene una leve deficiencia mental, similar a la de Forrest Gump pero una memoria sorprendente. Casi sin respirar puede hablar durante horas sobre la historia de los medios en Colombia (con detalles de nombres, inversionistas, todo), las últimas noticias políticas, la situación de los paramilitares, las FARC y el narcotráfico. Quiere ser periodista.

16 diciembre 2007

12 diciembre 2007

...

Es un viaje largo, sin música, de Providencia hasta Las Rejas, y luego de regreso, Estación Central, Avenida Matta, Avenida Grecia, Tobalaba, Providencia, Bellavista. Durante el trayecto Julio no contesta ninguna de las preguntas que le hace el taxista. No lo escucha.

10 diciembre 2007

Lunes por la madrugada

Son las cinco de la mañana y la puerta de mi balcón se zafa por el viento y pareciera que todo se rompe, que todo se cae. Afuera, la silla y la mesa comienzan a moverse: en cualquier momento se vuelan. Cierro la puerta con fuerza, pero el viento parece un muerto vivo que quiere entrar. Llego hasta la ventana de baño, me subo a la bañera y observo el cielo: mientras el horizonte está despejado, sobre mi edificio está negro. Buena foto. Me pregunto si será un huracán. Escucho que alguien del edificio grita. La chica del octavo también se acerca a la ventana para ver: todavía no llueve, pero dos minutos después el agua pega en la nuca con violencia y mi habitación comienza a inundarse y agarro el trapo, el balde. Comienzo a secar el piso. Cuando me acuesto pienso en que este post se podría titular lunes por la madrugada. Así termina.

08 diciembre 2007

Morrison dice que me extrañará

Ayer estuve en la policía. No, no estuve guardado. Todavía no me descubrieron. Estuve en Azopardo en mi trámite para renovar el pasaporte. Morrison siempre me dijo que yo no podría renovarlo: mi dni estaba mojado, arruinado, como él, que nadie lo aceptaría jamás, como aquella vez en que fui al mismo edificio de la policía y me dijeron que debía cambiarlo, que no se distinguía el día en que yo, Prats, había nacido, y me sorprendió que el policía (gordo policía que no entendía quién era yo) no supiera que Prats había nacido el mismo día en que nació el rock, el mismo día de la independencia de Venezuela, el mismo año en que Walter Alvarez descubrió las razones de la extinción de los dinosaurios (ya lo había dicho Charly: los dinosaurios van a desaparecer) Cuestión que aquellos días de julio hice un escándalo y salí a las puteadas del edificio para incorporarme en las filas interminables del registro nacional de las personas. Habré aguantado dos minutos, hasta que el tipo que repartía unos números que no tengo idea para qué servían me dijo que el trámite iba a durar entre cinco y nueve meses, o algo así que no escuché porque ya estaba en la esquina, puteando al policía y a esa maldita lluvia de 2002, cuando el dni, en el bolsillo de atrás del pantalón se mojó como cualquiera que disfruta de la lluvia.
Morrison me dijo que nunca iba a poder sacarlo. Nunca iba a poder irme del país. No me importó, callé a Morrison y me quedé en silencio: unos meses sin viajar al exterior (salvo Brasil o Uruguay) no matarían a nadie. Pero hace dos semanas me quise matar (literal) cuando surgió un viaje a Colombia. Saben lo que me gusta el Caribe, así que desplegué un abanico de contactos (que no son muchos pero hacen fuerza). Primero, obvio, pensé en mis groupies y publiqué una solicitada en este espacio. Después hablé con esas personas que consiguen cosas imposibles como Los Simuladores. Tenía sólo dos semanas y para los tiempos de sucesiones en el país, el desafío le agregaba ingredientes jugosos. Morrison, desde mi balcón, me gritaba que no iba a poder lograrlo, que no conocía a nadie. Cabeceé el vidrio y lo rompí, me pinché con las agujas de Morrison y le dije que si volvía a gritar lo iba a tirar una vez más por el balcón. Me dijo que él no tenía miedo porque la vez anterior, cuando lo tiré, había conocido una abejita que lo volvió loco. Le cerré la puerta en la cara y comencé a hacer llamados, a escribir mails, le acerqué la preocupación a una chica que tenía contactos en cancillería. Nada. Pasó una hora y todavía no tenía soluciones, pero estaba tranquilo. Eso fue un jueves. El viernes recibí un mail de la esposa de un diputado: mi marido te puede solucionar el tema, llamalo, dijo. Así lo hice y me dijo que debía llamar a tal y a tal persona, que ellos se encargarían. El martes por la mañana me llamó R. M, secretario privado de Aníbal. Y no era el Aníbal de Mingo y Aníbal contra los fantasmas sino el otro. Me dijo que tomara nota, que en semana y media tendría todos los documentos que yo necesitaba para salir del país, para escaparme de Morrison y tomar un cuba libre en el Caribe, al borde del mar y los tiburones, como debe ser.
Ayer estuve en la policía, dije al comienzo. Estuve en el tercer piso de Azopardo 650, salón vip. Cómodos sillones, atención personalizada, media hora de espera y en una semana mi pasaporte listo, con los pasajes reservados, con los alaridos de Morrison que llora por las noches, porque lo dejo y dice que me extrañará, que no sabrá qué hacer con Yuya y Mao, mis otras plantas, que para él son aburridas porque Morrison está acostumbrado al delirio, a los fuegos artificiales de las orgías fotosintéticas. No lo escucho, prefiero subir el volúmen del disco de El Mató a un policía motorizado: Amigo Piedra necesito que me ayudes con mi auto otra vez, para viajar a ese lugar nuevo.

06 diciembre 2007

Impresiones

Ampliación del campo de batalla es un libro bastante violento, de una insolencia real. Al volverme más fluido y armonioso perdí algo de esa insolencia. Pero la idea expresada en ese libro es esta: hay personas seductoras y otras que no lo son. No es una idea brillante. Pero eso no estaba dicho en la literatura francesa. Y por eso me convertí en el mejor escritor francés. Por eso me volví célebre y hasta un intelectual.
(Michel Houellebecq, Alianza Francesa, 5 de diciembre de 2007)