14 febrero 2009

La muerte

La muerte me trajo a Barranquilla. Ayer estuve en un cementerio lleno de tumbas rotas. Pereira, uno de los sepultureros me señalaba los muertos ilustres del lugar. Uno muerto por la mafia, un capo narco asesinado en la cárcel, otro asesinado también por los narcos porque era amante de la novia de un jefe. Señalaba uno a uno y me contaba por qué la gente ya no pagaba lo que tenía que pagar y por eso las tumbas estaban todas rotas y sin césped. En uno de los desfiles de carnaval más descontrolados que vi en mi vida, La Guacherna (yo estaba como invitado en la comparsa "Disfrázate como quieras") conocí a Jorge Rodríguez, un pastor evangélico que había estado en la cárcel cinco años atrás por ser mula del Cartel de Cali. Entre shots de aguardiente, me dio su teléfono porque podía presentarme a otro pastor, de nombre Rodrigo Arenas, ex terrorista y quien fuera responsable de la bomba en el Hotel Royal. Tengo amigos nuevos.

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