Fue el primer escritor al que entrevisté. Todavía estudiaba y me había lanzado a hacer una revista de literatura que duró sólo dos números y que se llamaba Otros textos. La revista era mala, pero tenía algunas ideas interesantes. Me gustaban sus libros. Por eso lo elegí. Había leído casi todos (La traducción, Filosofía y Letras, El teatro de la memoria) y nos encontramos en un café de Caballito, ubicado en una esquina. Años más tarde, la casualidad (o qué) llevó a sentarme junto a su esposa. Le comenté esa anécdota (mi entrevista mala, las respuestas de él, tranquilas, como siempre). Ella me contó el momento en que él decidió dedicarse sólo a la literatura, dejar de escribir reseñas de libros y de trabajar en periodismo. Quería dedicarse a la literatura. Ella tenía un poco de miedo, pero Pablo De Santis estaba seguro. Todavía lo está.
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