31 octubre 2008

Pasillos

En un libro de Alvaro Bisama que una joven poeta acaba de regalarme el autor recuerda cuando le preguntaron a Anderson qué sentido tenía la lluvia de ranas al final de su película Magnolia. Anderson respondió que sencillamente era una idea fortiana: la anotación de un suceso inverosímil que irrumpía en un mundo verosímil con la fuerza de una epifanía cuyo sentido era tan luminoso como la tinta invisible. Las ranas podían ser una plaga pero también un milagro, una curva en las leyes de la narración, la fuerza centrípeda que desordena todo el relato y le ofrece algo de delirio. Leo el fragmento y esa idea en el subte D, mientras la vieja a mi lado sacude el codo frente a mis ojos. En el pasillo que conecta la línea D con la C, un hombre con la voz ronca canta a capella “El amor es más fuerte” de Ulises Butrón y sostiene con su mano una gorra sin billetes. “Pueden robarte el corazón/ cagarte a tiros en Morón”. Si te cagan a tiros en Morón, pienso, estás muerto. No hay vuelta. Me gustaría gritarle eso, pero me alejo empujado por esa respuesta a una canción pelotuda.

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