30 diciembre 2008
26 diciembre 2008
Chicas bien
Popstear. De eso está hecho este blog. Somos todos pop star estreshados. Así me lo dijo una vez una amiga, de esas amigas chetas, divinas, que viven en un levité permanente, y tienen pisos en la avenida Alvear. No se contradice con mi condición proletaria, casi socialista, antisistema, o de una izquierda reflexiva como decíamos con Neuman. Para ellas -mis amigas de la avenida Alvear- debo ser como un personaje simpático. Ellas, chicas bien de familias disfuncionales, todas hippie chic de vinchas rosadas y remeritas de A.Y. Not Dead como las mías, me dicen que se acaban de casar y que están felices, que no tienen un mango pero le prestaron un departamento por la calle Posadas, dos años nada más y después arreglátelas, me dicen y yo les digo qué buena onda, por qué no tendré yo parientes o amigos que me presten un departamento durante dos años, lo necesario para trabajar 20 horas al día, lo mismo que trabajo siempre, para ahorrar y comprar algo chico, un monoambiente frente al mar, en cualquier parte. El mar está en todos lados. Imaginátelo. Eso. Me fui al mar dos días. Después vuelvo y me vuelvo a ir. Me gusta la ruta hasta la última ola.
25 diciembre 2008
23 diciembre 2008
18 diciembre 2008
Exterior. Noche
El martes hice la calle. Para alegría de muchas de mis groupies, me ubiqué en la vereda del Zas después de haber ingresado a ese antro de narradores y poetas y cantantes que no podían cantar y escapé sofocado con una botellita de fanta. Incluso me ofrecieron cerveza pero dije que ya no consumo más alcohol. Me hice abstemio como mi amigo que es espía para la Side y cada vez que sale con una chica se pide un licuado. No tomé alcohol en toda la noche a pesar de que lo ameritaba. Me encontré con Mairal que hablaba de sus traducciones amateurs de Shakespeare que un ignoto director de teatro utilizó en uno de sus talleres. Creo que era el monólogo inicial de Ricardo III que empieza así: Now. También me encontré con M. una de las chicas de autobombo y se quejó porque ya no comento más en su blog. Le dije que iba a escribir todo lo que hablamos esa noche para que no se quejara más. Después le prometí un libro de Marilyn Monroe. No sé a qué iba esto pero la idea es que de vez en cuando escriba algo. Que no esté bien escrito ni sea sumamente divertido sino más bien una escritura blog, de esas que les gusta a las chicas modernas, a mis groupies de siempre. Ahora me voy porque parece que empezaré a ser profesor de la facultad. Como Homero, cortaré los codos de mi único saco y le pondré pitucones.
16 diciembre 2008
Dicen que hoy hay fiesta
¿Qué tenés en la cabeza?
Cierre de ciclos literarios.
16 de diciembre, desde las 19 hs., el Centro Cultural ZAS (Moreno 2320)
Cierre de ciclos literarios.
16 de diciembre, desde las 19 hs., el Centro Cultural ZAS (Moreno 2320)
07 diciembre 2008
Prats escucha
Dos temas en vivo de la banda islandesa Sigur ros. Ambos del último disco með suð í eyrum við spilum endalaust. Primero "við spilum endalaust" y en el segundo, "gobbledigook", junto a Bjork y por ahí también aparece un doppelgänger de Chitarroni vestido de blanco. Fijate.
04 diciembre 2008
Mensajes cruzados
Escribo en un mail: Nunca fui a City Hall. Nunca tuve adolescencia. Rimbaud había perdido su infancia en la poesía. Yo la perdí con otras cosas que no valieron la pena ni quedarán en la historia pero también la perdí y la sigo perdiendo. Y encima no soy Rimbaud.
Leo lo que escribo y me llaman por teléfono. Me dicen: "Bueno, hay que superar las etapas".
03 diciembre 2008
01 diciembre 2008
El universo
Son las dos de la mañana y sigo esperando el 168. Hace frío. Las calles tienen el tempo de la nueva novela de Murakami, personajes sonámbulos que andan por la ciudad: leen en algún café, dejan el celular en un supermercado, ensayan con sus banditas de rock o atienden un hotel alojamiento. Se me ocurre que ahora vendrá un chino en "motocicleta", me hablará en chino y yo no le entenderé nada. Pero por la cara me insulta. Le digo: "momentito, usted a mí no me insulta", pero no me entiende. Se saca el casco y efectivamente es un chino. Me doy cuenta por sus facciones. No es japonés, es chino. Habla en chino.
- No le entiendo - digo.
Y cuando el semáforo se pone en verde, se deja el casco en el antebrazo y arranca.
Me apoyo contra la parada del colectivo. Ya no llueve. Dos hombres fuman sentados en la entrada de un edificio. Una mina sale de una casa de dos pisos de enfrente. Cruza la calle con las manos en los bolsillos de su jean y los saluda. Beso, beso y chau. La mina se va. La veo irse. Le quiero ver la cara pero las sombras no me dejan. Al rato un tipo camina por medio de la calle. En la otra cuadra, un patrullero. El flaco sigue por el medio de la calle y el patrullero, a veinte, como que le enfila. Las luces azules dan vueltas. El tipo parece enfrentarse a las luces y a los policías cómodos en sus asientos. Como el chico frente a los tanques de Tiananmen Square. Pero cuando está en frente, sube a la vereda y se aleja. El patrullero sigue, cruza la calle a veinte. Los dos que fuman se levantan y llegan hasta un árbol con la tierra llena de agua verde. Aceite. Aunque está oscuro puedo saber que el agua es verde y que era aceite. Uno de los dos que fuman se agacha frente al árbol. Antes no había visto pero ahí hay una bolsa. El tipo la abre. Ahora se acerca el otro y se quedan mirando un rato la bolsa desplegada. Pienso que debe ser merca. Pienso en la mina que los saludó y siguió caminando. Miro hacia la casa que está enfrente. Pienso en cocinas de merca. Pienso en el lugar: el Once debe estar regado de cocinas ilegales de merca. Pienso en empezar una investigación. La policía debe estar arreglada, incluso deben pasar a veinte para controlar que no anden merodeadores por la zona, que nadie se avive, que todos sigan como si nada, como el pibe que caminaba por el medio de la calle silbando un tema de Roxette: Dangerous. Son las dos y media. El 168 llega y está repleto. El chofer no me abre la puerta de adelante sino la del medio. No pago: una buena. Me acumulo en el medio sin agarrarme de nadie. Adolescentes con botellas de gaseosa y fernet o algo peor. O mejor, quién sabe y para qué prejuzgar. Cantan cumbia: uno abre su celular y empieza la percusión. Se gritan de un lado a otro del colectivo. ¿Es sábado y la gente sale? ¿O es domingo y al día siguiente feriado? Pienso en el día internacional de la lucha contra el sida. Nadie daría asueto por el sida. Ni siquiera un gobierno pseudo progre como este. Miro mi cintita roja. Intento agarrarme de algún lado. Una gordita simpática me mira. Voy para otro lado, pienso. Los chicos se gritan y en cada cuadra, el chofer recluta nuevos pasajeros que le gritan que es un capo porque no tienen que pagar y se guardan el peso para la birra. Llega un grupo de chicas. Dos de ellas se besan. Los chicos miran. Los chicos hablan de conseguir algo de keto para levantar y seguir chupando. Me acuerdo de otras épocas. Pienso que todos estos deben ir a Amérika, que no es un boliche kafkiano o sí. Pero pasamos Gascón y Córdoba y ellos siguen. La gordita se levanta y tiene cinco amigos que la siguen. Dice que es acá, que acá nos tenemos que bajar y se baja. Los chicos de la keto (dicen keto y no keta, como hablaría yo de la ketamina) se pasan. Entonces descubro hacia donde van todos. Siempre creía que ese lugar era uno de esos patéticos salones de fiestas de quince. Y lo es. Se llama El Universo.
- No le entiendo - digo.
Y cuando el semáforo se pone en verde, se deja el casco en el antebrazo y arranca.
Me apoyo contra la parada del colectivo. Ya no llueve. Dos hombres fuman sentados en la entrada de un edificio. Una mina sale de una casa de dos pisos de enfrente. Cruza la calle con las manos en los bolsillos de su jean y los saluda. Beso, beso y chau. La mina se va. La veo irse. Le quiero ver la cara pero las sombras no me dejan. Al rato un tipo camina por medio de la calle. En la otra cuadra, un patrullero. El flaco sigue por el medio de la calle y el patrullero, a veinte, como que le enfila. Las luces azules dan vueltas. El tipo parece enfrentarse a las luces y a los policías cómodos en sus asientos. Como el chico frente a los tanques de Tiananmen Square. Pero cuando está en frente, sube a la vereda y se aleja. El patrullero sigue, cruza la calle a veinte. Los dos que fuman se levantan y llegan hasta un árbol con la tierra llena de agua verde. Aceite. Aunque está oscuro puedo saber que el agua es verde y que era aceite. Uno de los dos que fuman se agacha frente al árbol. Antes no había visto pero ahí hay una bolsa. El tipo la abre. Ahora se acerca el otro y se quedan mirando un rato la bolsa desplegada. Pienso que debe ser merca. Pienso en la mina que los saludó y siguió caminando. Miro hacia la casa que está enfrente. Pienso en cocinas de merca. Pienso en el lugar: el Once debe estar regado de cocinas ilegales de merca. Pienso en empezar una investigación. La policía debe estar arreglada, incluso deben pasar a veinte para controlar que no anden merodeadores por la zona, que nadie se avive, que todos sigan como si nada, como el pibe que caminaba por el medio de la calle silbando un tema de Roxette: Dangerous. Son las dos y media. El 168 llega y está repleto. El chofer no me abre la puerta de adelante sino la del medio. No pago: una buena. Me acumulo en el medio sin agarrarme de nadie. Adolescentes con botellas de gaseosa y fernet o algo peor. O mejor, quién sabe y para qué prejuzgar. Cantan cumbia: uno abre su celular y empieza la percusión. Se gritan de un lado a otro del colectivo. ¿Es sábado y la gente sale? ¿O es domingo y al día siguiente feriado? Pienso en el día internacional de la lucha contra el sida. Nadie daría asueto por el sida. Ni siquiera un gobierno pseudo progre como este. Miro mi cintita roja. Intento agarrarme de algún lado. Una gordita simpática me mira. Voy para otro lado, pienso. Los chicos se gritan y en cada cuadra, el chofer recluta nuevos pasajeros que le gritan que es un capo porque no tienen que pagar y se guardan el peso para la birra. Llega un grupo de chicas. Dos de ellas se besan. Los chicos miran. Los chicos hablan de conseguir algo de keto para levantar y seguir chupando. Me acuerdo de otras épocas. Pienso que todos estos deben ir a Amérika, que no es un boliche kafkiano o sí. Pero pasamos Gascón y Córdoba y ellos siguen. La gordita se levanta y tiene cinco amigos que la siguen. Dice que es acá, que acá nos tenemos que bajar y se baja. Los chicos de la keto (dicen keto y no keta, como hablaría yo de la ketamina) se pasan. Entonces descubro hacia donde van todos. Siempre creía que ese lugar era uno de esos patéticos salones de fiestas de quince. Y lo es. Se llama El Universo.
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