31 octubre 2006

Lecturas en el balcón

Hay algo en el blog de Luciérnagaa (vea en la gira mágica y misteriosa). Me interesan ciertas maneras de escribir. En los posteos, ella incluye palabras como "serestrenado", "tantoquedecir". Esas palabras (apresuradas, titilantes) se convierten en otras. Si bien tienen el mismo significado también tienen otro, dado por la pulsión, por la necesidad de querer decir más donde no hay tiempo.
Me gustaría tener más opciones:
1. hayqueseguir
2. diosnoquiera
3. nomerompaslaspelotas
4. setehagalabocaaunlado
Lindas, ¿no?

Para delirios

1. Tome una pastilla.
2. Tome otra, por las dudas.
3. Llore (siempre ayuda)
4. Lea.
5. Y lea.

29 octubre 2006

Delirios

1.
Daniel Guebel escribe en Perfil del domingo 29 de octubre: "(...) Meses más tarde, mi seudónimo y el título de mi libro aparecieron en la lista de finalistas del diario. De inmediato, me convencí de que sería el ganador: desde ya, mi novela es extraordinaria. Mi único riesgo era que tuviese la desdicha de enfrentar a un autor inédito o a un alumno de taller literario, especies ambas que son usuales fabricantes de convencionales libros que las empresas e instituciones premian para demostrar que dan oportunidad a los nuevos talentos (...)"
2.
¿Guebel jamás fue inédito?
3.
¿Los alumnos de taller son fabricantes de convencionales libros?
4.
Amiguismos y diatribas, vea.

26 octubre 2006

Provocaciones


1.
Sólo tengo ganas de escribir en un estado explosivo, en la fiebre o la crispación, en un estupor metamorfoseado en frenesí, en un clima de ajuste de cuentas en que las invectivas sustituyen a las bofetadas y a los golpes.
2.
Escribir es una provocación, una visión afortunadamente falsa de la realidad que nos coloca por encima de lo que existe y de lo que nos parece existir. Hacerle la competencia a Dios, superarlo incluso mediante la sola virtud del lenguaje: ésa es la hazaña del escritor.
(E. M. Cioran, Ensayo sobre el pensamiento reaccionario, 1977)
(Imagen: Carlos Amorales, artista mexicano que expone en Malba)

17 octubre 2006

Lecturas en el balcón

1.
No hay nada mejor que convertir el concepto del balcón (mi balcón), ese rectángulo al aire libre con piso rojo y baranda azul, en una metáfora del universo (el mío, el tuyo, el de cualquiera). Será que ahí paso la mitad de mi tiempo. Será que desde ahí puedo ver el mundo de otra manera. Pienso que el balcón puede ser ese lugar ¿imaginario? ¿real? donde está la vida y la muerte (juntas, mamá, sí, juntas: está muerto, ¿no entendés?, m-u-e-r-t-o.); un lugar donde siempre existe el viento (¿movimiento?, ¿tempestad? ¿esos susurros que puedo escuchar al anochecer?), donde uno es víctima del sol y de la tormenta (y te gusta). Hablar de metáfora de la vida sería simplificarlo demasiado, hacerlo demasiado obvio. Pero ese es mi balcón. Y por la vida, por mi balcón, escuché frases, oraciones, sentencias. Esta semana hubo dos:
- HP (que no es otro que Hewlett Packard) dijo: "Cuando la más secreta piel de las mujeres surgió entre las prendas que caían, la respiración de los espectadores ya se agitaba".
- Glamour et dijo: "con el labio partido y un violeta golpe en un ojo".
2.
El domingo, en la fiesta que hicieron las chicas de Apettite en su carnicería nueva, Amorales me decía que había ido a bailar cumbia colombiana a Constitución. "Está padre", dijo.
Me quedé con eso, y con la imagen de Silverio (para + www.nuevosricos.com y compruebe que: "is an aspiring cult label project based in Mexico City and Amsterdam with a catalogue of highly eclectic sounds: neo-romantic, rock"). Silverio, pinta de pastor evangélico con rulos, oscuro pelo largo (negro, negro), saco blanco, camisa negra, se movía con cada golpe de la electrónica para un lado y para el otro, se quitaba el saco, luego la camisa. Decía: "bailen putos". Y la gente, bailaba. "Pinche cabrón", decía, aunque fuese frase hecha de Amores perros (y quizás por eso). La voz con un reverb fantasmagórico y freak. "Total", décía Chica (otra, chica). También eran testigos mudos, tres balanzas rotas, colgadas en un rincón. ¿Asistentes? Un punkie con peinado punkie y tachas; una chica Bond Street; una chica sensible y otra más sensible aún. Y había más que no me acuerdo. Todos se movían, de un lado a otro, como Silverio.
3.
Morrison no estaba.

09 octubre 2006

¿Qué pasa con este blog?

¿Te aburriste que no posteas más? A vos te hablo, Prats. ¿Te quedaste afónico de gritar los goles de River? Pero si no te interesa el fútbol, Prats. ¿O sí? No escribís porque preferís quedarte acostado en la plaza, mirando las nubes, el cielo, te quedás colgado en la Bond mirando cómo se tatúan y no hacés nada, nada, como el Gordo Soriano. Eso pasa. Ya no vas a ver nada, ninguna obra. ¿O sí? La tempestad estuvo buena, ¿no? La de Wainrot, la que tiene escenografía de Carlos Gallardo. Está buena, ¿no, Prats? Te vi, Prats, estabas ahí, en esas butacas del San Martín, sin aire acondicionado, entre personas (¿eran personas?), bailarines, butacas, lindas butacas, cómodas, lindas butacas, Prats, y sí, estabas ahí y te ibas corriendo a comer con tus amigos a El Desnivel, Prats, y yo te vi, estabas ahí, solo en la mesa de seis, porque todos tus amigos fuman y vos no, y ahora que no se puede fumar, Prats, te quedás solo, porque el tabaco, para vos, es una mierda, Prats, mierda, mierda, mierda, dice Symns y te divierte cuando habla, después de irse al baño a darse con un poco de merca, Prats, y entre tanto, mientras tus amigos, Prats, fuman en la calle, vos, solo, jugás con una pelotita confeccionada con la miga del pan viejo que sirven en el Desnivel, Prats. ¿Escuchaste el disco de Coiffeur? ¿Cúándo sale? Está bueno, ¿no? ¿Suponés? ¿Por qué suponés, acaso no lo escuchaste, vos que siempre escuchás los discos antes que nadie, porque la gente (qué palabra, Prats) te los muestra para que les des tu opinión, Prats? Me cansaste, pero también te vi en el recital de Bicicletas, ¿te acordás? Psicodelia, Prats, psicodelia, y ahí estabas saludando gente, entrando al baño del humo, delirando, Prats, en el baño del humo. Pero esos son sueños, Prats, te dije que dejaras de soñar, la vida real te despeina, Prats. ¿O no?
Morrison

03 octubre 2006

Los Suicidas


Juan Villegas rompió la maldición. Al fin, un texto de Antonio Di Benedetto pudo ser llevado al cine. Los Suicidas es una historia de amor envuelta en una atmósfera que asfixia. Es la relación entre Daniel (Daniel Hendler), un joven periodista, y Marcela (Leonora Balcarce), su fotógrafa, enviados a investigar un supuesto suicidio. Pocos saben, pero Daniel es un especialista en ese tema: en su familia suman 13 los suicidios, incluido el padre de Daniel que tuvo la buena idea de suicidarse el día del cumpleaños número cinco de su hijo. Villegas continúa con el laconismo de su anterior película (Sábado, 2001), pero esta vez no tanto como una marca generacional sino como una marca casi hereditaria, la marca indeleble de la vida depresiva. Hay una dramaturgia del silencio donde los personajes, a partir de miradas o gestos casi indescifrables, construyen su relación.
Actuaciones Es imposible no enamorarse de Leonora, una y otra vez, como en otras películas. Y se agradecen los escasos momentos donde le asoma la sonrisa. Daniel Hendler, por su parte, tiene momentos fantásticos, principalmente cuando demuestra la relación que su personaje tiene con las mujeres. Sin embargo ya comienza a ser casi un cliché los tonos de actuación. No creo que sea problema de él sino de los personajes que elige. Es cierto, este personaje lo requería (y eso está bien) pero como elección profesional sería muy sano que en algún momento pudiera romper con esos personajes que interpreta.
Detalle Hay una escena maravillosa en la que juegan a no decir ni sí ni no ni blanco ni negro. Esa escena rompe (gracias a la soltura de ella) toda la asfixia de la historia.
Data Se estrena el 5 de octubre. Y además, Adriana Hidalgo está reeditando la novela.
Vea cine nacional y fume marihuana. A todos les hace bien.

Dice: Emilio García Wehbi


La belleza obscena
Hay un concepto de lo obsceno que está cerca de Bataille y donde lo oscuro del principio y lo oscuro del fin, se tocan. El principio y fin de la vida. La pulsión entre eros y tánatos. La lucha a muerte que se da en nuestra vida, en el arte siempre es oscura. Y para mí es fundamental que el criterio de lo obsceno aparezca en todas mis obras. Cuando digo obsceno no me refiero a lo pornográfico sino a lo que está fuera de escena, que no debería ser visto. Primero porque el terreno del arte permite transitar lo que en lo socialmente correcto no podría hacerse fuera de un terreno artístico. Por un lado en esta idea de lo obsceno se da una lucha entre la vida y la muerte, del placer y el dolor, que es una lucha descarnada y que de verdad produce tensiones que son interesantes para la escena o para el arte en general. Esta oscuridad que aparece en mis obras me parece que tiene que ver con esto: con una idea de pulsión, de pelea, de vida y de muerte. Y en este sentido no estoy de acuerdo cuando se dice que mis obras son oscuras. Yo creo que son luminosas. Son vitales. Es una lucha de la oscuridad con la luz. Como en el programa de los claroscuristas del Renacimiento o de los pintores flamencos. Allí existe la tensión entre la luz y la oscuridad. Que, a priori puede decirse: qué oscuridad tremenda hay en esta pintura, pero luego registrás la tensión. El pulso vital y al mismo tiempo el otro pulso, el pulso final. Y esto es lo que me interesa de lo obsceno, de lo oscuro, de lo violento.

La crítica al ser humano
En mis obras hay algo de lo que Müller llamaba “utopía negativa”. La intención es trabajar de forma especular, siendo quien trata de organizar un espejo para quien vea se vea reflejado. Y en este sentido se da la crítica social. Cuando claramente intento romper la cuarta pared, comunicarme directamente con el público y buscar siempre nuevas formas de vínculo entre obra y espectador. Evidentemente hay algo para decirle al público y y es: “mirémonos”. No hay ninguna idea de bajada de línea, ninguna obra suprema que le enseñe al público. Sino que quiero romper la barrera para establecer una dialéctica. Esto monstruoso que se generó, esta obra, es parte del alma de los que estamos sentados. Y éste es el sentido de esta comunicación constante del público y del sentido de hablarle sobre el aquí y el ahora, o a veces tematizar sobre política o tematizar sobre cosas que rayan en lo indecoroso o en lo obsceno, básicamente por esto: buscar nuevas formas de comunicación para hablar casi siempre del mismo problema.