Son las siete y media de la mañana de un martes y suena el despertador, se enciende la radio. Me levanto, me lavo la cara y los dientes, me pongo un bermudas y el delantal de cocina que me regaló la gente de History Channel y ahí estoy, como viejita catamarqueña que no tiene nada más que hacer de sus días mas que cocinar. No es que estoy con hambre. Anoche cené a las doce y media de la noche y unos buenos fideos Don Vicente con salsa de tomate. Como la noche anterior. Lo que pasa es que el sábado había comprado carne en el supermercado y algunas verduras y la carne tenía como fecha de vencimiento el 5 de noviembre. El olorcito de la cebolla de verdeo se eleva a las siete cincuenta; la carne se cocina a las ocho y veinte. Después de cortarla. Nueve menos diez ya estoy listo para empezar a trabajar, resuelto el almuerzo y, si es posible, también la cena. No está mal cocinar tan temprano. Mientras me quito el delantal, no sé por qué, recuerdo la conversación que escuché anoche, mientras caminaba por Dorrego hasta Atlanta. Dos chicos que trabajan de tiracables en Telefé caminaban detrás mío. Se quejaban de las veces que los dejan solos desarmando todo. Que nunca les mandan ayudantes ni nada de eso. Pero en un momento uno, creo que después de que pasó caminando una mina muy linda, se acordó de una compañera que tenía en la escuela secundaria. Dice que tenía un culo tan grande que cuando bailaba, la mina tenía la capacidad de aplaudir con las nalgas. El otro chico se empezó a reír. Te lo juro, decía el otro: en un momento escuchabas a alguien aplaudir y era esta mina. ¿Y lo hacía en el boliche?, preguntó. A veces, pero siempre se lo pedíamos y lo hacía para nosotros en las reuniones.
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2 comentarios:
Eso de que la carne tiene fecha de vencimiento el 5 de noviembre me deprimió espantosamente.
Qué malvado.
No, nena, qué querés que haga. La compré el sábado y se vence mañana. Nada. Sabés que vos cada día estás más linda. Como si estuvieras en un freezer.
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